Desde que SpaceX comenzó a desplegar su constelación de satélites Starlink, el foco ha estado puesto en llevar internet de alta velocidad a zonas rurales y remotas. Pero la ambición de Elon Musk va más allá. Con Tesla y Starlink bajo el mismo paraguas, la pregunta es inevitable: ¿veremos pronto coches eléctricos con conexión directa vía satélite?
Tesla ya ha dado pistas. A mediados de 2022, la compañía presentó una solicitud a la FCC estadounidense para instalar antenas Starlink en vehículos. Aunque la petición se centraba en camiones, barcos y aviones, el movimiento evidenció el interés en ampliar el ecosistema más allá del hogar o las zonas rurales. Poco después, SpaceX presentó Starlink Roam (antes conocido como Starlink RV), un servicio portátil que permite llevar internet satelital a cualquier parte del mundo, algo que ha empezado a captar la atención de usuarios de autocaravanas y camioneros.
Pero el salto a coches eléctricos de pasajeros plantea retos. Primero, el tamaño y consumo de las antenas actuales no es viable para vehículos urbanos. Las terminales Starlink pesan entre 4 y 7 kg y consumen alrededor de 50-75W, un gasto relevante en un coche eléctrico. SpaceX está trabajando en versiones más compactas, y ahí es donde podría entrar Tesla: si ambas compañías desarrollan conjuntamente una antena de perfil bajo integrada en el techo o la carrocería, sería factible ofrecer conectividad vía satélite sin comprometer el diseño ni la autonomía.
La integración de Starlink tendría implicaciones directas en tres frentes clave: navegación, entretenimiento y conducción autónoma. Para la navegación y actualización de mapas, la ventaja sería poder mantener conexión en zonas sin cobertura móvil, algo especialmente útil en viajes largos por áreas poco pobladas. En el caso del infoentretenimiento, los Tesla actuales ya ofrecen acceso a YouTube, Spotify o Netflix, pero solo mediante WiFi o red móvil. Con Starlink, los pasajeros tendrían conexión estable incluso en medio del desierto.
Más relevante aún sería el impacto en la conducción autónoma. El sistema Full Self-Driving (FSD) de Tesla depende principalmente de sensores y procesamiento local, pero en escenarios donde se requieran actualizaciones de datos en tiempo real, Starlink podría actuar como canal redundante. Esto cobra importancia si se considera que la latencia de Starlink ronda los 20-40 ms en condiciones ideales, lo que lo hace competitivo frente a algunas redes 4G en zonas rurales.
La autonomía del coche es otro factor a considerar. Aunque una antena de bajo consumo apenas afectaría a trayectos cortos, en un viaje largo podría restar varios kilómetros de autonomía si se usa de forma continua. Por eso, una opción híbrida –que combine Starlink solo cuando no haya red móvil disponible– sería lo más lógico.
No sería la primera vez que Tesla aprovecha sinergias con SpaceX. El Model X ya incluye un modo de filtrado de aire “Bioweapon Defense Mode” derivado de desarrollos aeroespaciales. Si el hardware de Starlink sigue reduciendo su tamaño y consumo, la llegada de esta tecnología a los coches de serie podría estar más cerca de lo que parece. Mientras tanto, Tesla ya ha instalado Starlink en sus estaciones de Supercharger más aisladas, como las de Alaska, para facilitar el pago y conexión de usuarios donde no hay red móvil.
SpaceX ha lanzado ya más de 6.000 satélites Starlink y ha superado los 2,7 millones de clientes globales (datos de abril de 2025). El siguiente paso lógico es que esta red no solo conecte hogares y barcos, sino también vehículos que, como los Tesla, ya son ordenadores sobre ruedas.