Los coches eléctricos se devalúan más que los de combustión, pero no por los motivos que uno podría imaginar. El último informe de la Organización de Consumidores Europea (BEUC), difundido por la OCU en España, desvela que tras tres años y 45.000 kilómetros recorridos, un eléctrico pierde el 50% de su valor inicial. Es un porcentaje muy por encima del 39% de los híbridos enchufables, el 36% de los diésel o el 33% de los gasolina. La explicación tiene menos que ver con la calidad o fiabilidad, y más con la velocidad a la que ha cambiado el mercado.
Los primeros eléctricos que llegaron a Europa lo hicieron con precios elevados y prestaciones limitadas, especialmente en autonomía. Modelos como el Nissan Leaf o el Renault Zoe —referentes en su momento— arrancaban en cifras que hoy parecerían exageradas si se comparan con lo que ofrecen los eléctricos de última generación. La mejora en densidad energética, gestión térmica, arquitectura de carga y costes de producción ha sido tan rápida que los modelos lanzados hace solo tres o cuatro años ya parecen desfasados.
Esto ha provocado una caída fuerte del valor residual. Un coche eléctrico de primera hornada se queda atrás frente a un recién llegado con 150 kilómetros más de autonomía, carga rápida real y un precio más competitivo. Además, a medida que las marcas lanzan nuevas plataformas específicas para eléctricos —como la MEB de Volkswagen o la e-CMP de Stellantis—, el salto entre generaciones se hace más evidente.
La OCU apunta que esta situación se corregirá en los próximos años. Con precios de salida más ajustados y autonomías estabilizadas por encima de los 400 km WLTP, la diferencia de valor entre generaciones será menos brusca. También ayuda el aumento de producción de baterías en Europa, con gigafactorías en marcha en España, Francia, Alemania y Hungría que deberían abaratar aún más el producto final.
Mientras tanto, esta depreciación tiene una cara positiva: quien busca un eléctrico de ocasión puede encontrar verdaderas oportunidades. En el mercado español, todavía modesto (el 5,6% de las matriculaciones en 2024 fueron de usados eléctricos, según ANFAC), ya se ven ofertas por menos de 20.000 euros en modelos como el Hyundai Kona EV, el Peugeot e-2008 o el Volkswagen ID.3, con menos de 45.000 km y autonomías cercanas a los 300 km.
A esto se suma el atractivo de sus menores costes de uso. Con la electricidad aún por debajo de 0,20 €/kWh en horario valle y el mantenimiento reducido (sin aceite, filtros ni embrague), el coste por kilómetro puede ser inferior a los 3 céntimos. Además, los eléctricos están exentos del impuesto de circulación en muchas ciudades, no pagan por aparcar en zonas reguladas y tienen acceso libre a zonas de bajas emisiones.
La principal barrera sigue siendo la carga. Aunque España ha superado los 30.000 puntos públicos, según Electromaps, la distribución sigue siendo desigual y muchas estaciones no ofrecen potencias superiores a los 50 kW. Esto retrasa la decisión de compra, especialmente fuera de grandes núcleos urbanos. También persiste la queja por la lentitud en la tramitación del Plan Moves, que puede tardar más de un año en abonarse.
Mientras el eléctrico nuevo se normaliza —en abril representaron el 5,3% de las matriculaciones, según datos de AEDIVE—, el mercado de ocasión podría ser una puerta de entrada realista para muchos usuarios. Las condiciones del producto mejoran, y su depreciación, aunque alta, puede jugar a favor del comprador informado.