Tesla recibe críticas internas por la conducción autónoma

Mientras Tesla sigue invirtiendo millones en desarrollar su sistema de conducción autónoma total (FSD), una voz crítica emerge desde un lugar inesperado: Ross Gerber, inversor y figura ligada a los inicios de la marca, ha expresado públicamente su escepticismo sobre el futuro de este tipo de tecnología, que Elon Musk considera clave en su visión para el automóvil del futuro.

A través de su cuenta de X (antes Twitter), Gerber ha señalado: “No estoy nada convencido de que la gente renuncie a conducir y se limite a ser llevada pasivamente a los sitios mientras mira otra pantalla. Conducir es realmente divertido cuando no hay tráfico…”. Aunque no menciona directamente a Tesla, el comentario ha sido interpretado como una crítica implícita al enfoque de la compañía, sobre todo teniendo en cuenta que la conducción autónoma es uno de los ejes del discurso de Musk.

Tesla ofrece actualmente su sistema FSD en fase beta en EE. UU. a un coste de 12.000 dólares, con un despliegue gradual que ha sido criticado por la falta de certificaciones oficiales como “nivel 3” bajo la clasificación SAE. En Europa, el despliegue está mucho más limitado por cuestiones regulatorias, con Autopilot y Autopilot Mejorado como únicas opciones disponibles.

La postura de Gerber llega en un momento delicado para Tesla. El interés por el sistema FSD no ha crecido al ritmo esperado, y la propia compañía ha admitido que la mayoría de los usuarios apenas activan estas funciones de forma habitual. Además, el modelo de suscripción mensual (199 dólares en EE. UU.) no ha terminado de despegar como alternativa sólida.

Más allá del entorno Tesla, las dudas sobre el encaje de la conducción autónoma en el uso real del automóvil también se extienden entre otras marcas. Mercedes-Benz, BMW y Audi han optado por una aproximación más gradual, apostando por sistemas de asistencia de nivel 2+ y pruebas limitadas de nivel 3. En el caso de Mercedes, su sistema Drive Pilot ya ha sido aprobado para uso comercial en tramos concretos de autopistas alemanas, pero con importantes limitaciones de velocidad (hasta 60 km/h) y condiciones de tráfico.

Según un estudio de Deloitte publicado este año, el 54% de los conductores europeos declara no confiar en los sistemas de conducción autónoma y valora el “placer de conducción” como uno de los factores decisivos a la hora de elegir coche. Una percepción que contrasta con la narrativa tecnológica dominante en Silicon Valley, donde empresas como Waymo o Cruise insisten en que el futuro pasa por vehículos sin conductor.

Tesla ha sido la más agresiva en su apuesta. Elon Musk ha reiterado en múltiples ocasiones que “resolver la conducción autónoma” es cuestión de tiempo y una parte central del valor futuro de la compañía. Sin embargo, en los resultados del primer trimestre de 2025, la división FSD no aparece como uno de los motores de ingresos clave, algo que los analistas han comenzado a cuestionar.

La posición de Ross Gerber no es anecdótica. Como inversor de largo recorrido en Tesla y una de las figuras más mediáticas del ecosistema financiero ligado a la marca, sus declaraciones suelen tener eco en los mercados. Además, sus roces con Musk se han intensificado en los últimos tiempos, especialmente desde que el CEO de Tesla se ha volcado en asuntos políticos y otras empresas como X o SpaceX.

El debate sobre la conducción autónoma ya no es solo técnico o legal. También es cultural. Y en ese terreno, parece que todavía hay muchas curvas por trazar antes de que los coches sin conductor sean realmente parte del paisaje habitual.

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