Tesla está cambiando su estrategia comercial en EE. UU. con una iniciativa que podría extenderse pronto a Europa: ofrecer el Model Y para pruebas de fin de semana completas. Una forma directa de romper prejuicios sobre la vida con un coche eléctrico, sobre todo para quienes aún dudan por la falta de infraestructura de carga en viviendas alquiladas o zonas urbanas sin garajes privados.
El testimonio de uno de los primeros participantes en esta experiencia en Pensilvania resulta revelador. Invitado por un asesor comercial de Tesla, este conductor recogió un Model Y Long Range AWD un sábado por la tarde, con el plan de probar durante 48 horas tanto la conducción autónoma como la vida real sin punto de carga en casa. El coche llegó al 98% de batería y, tras múltiples trayectos —desde cenas, recados o salidas de ocio— fue devuelto con el 40% aún disponible. En total, no necesitó enchufarlo ni una sola vez.
Este punto, el de la carga, fue clave. Su reticencia inicial a comprar un Model Y meses atrás se debía precisamente a la imposibilidad de instalar un cargador en su vivienda de alquiler. Pero este fin de semana le bastó para comprobar que, con una recarga semanal en un Supercargador, su uso del eléctrico no difiere mucho del hábito actual de repostar combustible. Según su experiencia, la autonomía del nuevo Model Y (hasta 527 km en ciclo EPA) es más que suficiente para el día a día sin una toma doméstica.
Más allá de la cuestión de la carga, la gran protagonista fue la conducción autónoma. Tesla le permitió usar la versión completa de FSD (Full Self-Driving), que opera sin intervención en carreteras, cruces y autopistas, aunque siempre con supervisión. Durante ese fin de semana condujo el coche solo en un 5% del tiempo. El resto, todo lo hizo el sistema.
El cambio de percepción fue general. Familiares escépticos quedaron sorprendidos, especialmente al comprobar cómo el coche se desenvolvía en zonas rurales sin señalización, con baches, curvas ciegas y animales cruzando la carretera. Incluso su padre, inicialmente muy crítico, acabó reconociendo su utilidad tras una breve ruta.
Eso sí, el sistema todavía tiene puntos flojos: los aparcamientos. En zonas comerciales, el FSD se comportó de forma dubitativa, lenta y algo torpe. Aunque resolvió maniobras como salidas complicadas o giros en calles cerradas, no inspiraba la misma confianza que en autopistas o entornos más estructurados. La función Autopark, sin embargo, sí cumplió con nota en lugares como Walgreens, aparcando marcha atrás de forma fluida.
Uno de los trayectos más exigentes fue una ruta a través del Lincoln Highway, una de las vías más caóticas de la ciudad de York. El FSD navegó tráfico denso, salidas estrechas y fusiones de carriles sin problemas, demostrando capacidad de adaptación ante situaciones imprevisibles como cortes de carril o conductores agresivos.
El viaje de vuelta al concesionario, el domingo por la noche, sirvió como broche final. Fue la prueba más larga y también la más fluida: incorporaciones rápidas, maniobras seguras y anticipación a los errores de otros conductores.
Aunque la prueba haya sido puntual, el cambio en la percepción fue profundo. Su experiencia con el Model Y no solo resolvió dudas, sino que hizo que la compra, ahora sí, parezca inminente. La falta de carga doméstica ya no es un freno. La conducción autónoma ha dejado de ser ciencia ficción. Y, de paso, ha ganado algunas funcionalidades inesperadas como el humor gamberro de Tesla: sonidos de pedo al sentarse incluidos.