Pues nada, señores, que ya tenemos culebrón corporativo para entretenernos: Cepsa ha decidido suicidarse comercialmente y renacer como Moeve. Sí, Moeve. Como nombre de yogur bio premium del Lidl o de marca de jabón vegano. Y claro, la jugada ha salido tan fina que ahora la mitad del país piensa que han abierto una cadena de lavanderías automáticas nuevas en las gasolineras.
Lo mejor de todo: la coletilla “antes Cepsa” por todas partes. Es que es glorioso. Vas a echar gasolina y parece un meme:
“Moeve (antes Cepsa) — repostando al futuro”.
Traducido: “Hola, somos nosotros, los de siempre, pero hemos hecho un destrozo descomunal y ahora tenemos que recordártelo para que no te vayas a Repsol”.

Una marca nueva… que nadie quería
Aquí los gurús del marketing llevaban años diciendo que las marcas con décadas de historia son un tesoro. Pues nada, Moeve ha decidido que mejor tirarlo todo al contenedor amarillo.
Cepsa tenía un reconocimiento brutal: gasolineras, carburante, vida moderna.
¿Moeve?
Ni suena a energía, ni a petróleo, ni a nada remotamente relacionado. Como mucho, a colonia fresca para adolescentes.
Resultado: absoluta confusión.
La gente entrando a preguntar si han cambiado de dueño, si han sido comprados por una startup o si ahora venden recargas de patinetes eléctricos.
La moraleja: no borres de golpe 90 años de identidad
Porque claro, cuando te pasas décadas construyendo una marca y de repente decides borrarla como quien reinicia el router, el cliente se queda mirando con cara de “¿pero qué hacéis?”. Y eso tiene un coste: confianza, memoria, y sí, dinero. Mucho dinero.