La curva de carga explicada: por qué no todo es tan rápido

Una de las preguntas más frecuentes entre quienes se plantean pasarse a un coche eléctrico es cuánto tarda en cargarse. Y aunque muchos fabricantes insisten en cifras como “hasta el 80% en menos de 30 minutos”, la realidad es más matizada. El truco está en entender cómo funciona la llamada curva de carga, un factor técnico que marca la diferencia entre una parada breve en ruta y una espera más larga de lo esperado.

La curva de carga no es más que la representación de cómo varía la velocidad a la que un coche eléctrico absorbe energía durante una recarga. Al contrario de lo que ocurre con el depósito de combustible, en los coches eléctricos no se carga a la misma potencia todo el tiempo. Al inicio de la recarga, especialmente si la batería está por debajo del 20-30%, muchos modelos alcanzan su pico de potencia. Pero este ritmo no se mantiene constante: a medida que el estado de carga (SOC) aumenta, la potencia cae de forma progresiva. Esa es la famosa curva, y es más pronunciada en algunos modelos que en otros.

Tomemos como ejemplo el Hyundai Ioniq 5, que carga a un máximo de 220 kW en corriente continua (DC) bajo condiciones óptimas. En la práctica, esa potencia solo se alcanza durante unos minutos, entre el 10% y el 50% de batería. De ahí en adelante, empieza a bajar. Y si el cargador está compartido o el coche ha estado expuesto a altas temperaturas, la cifra puede ser muy inferior. Algo parecido ocurre con el Tesla Model Y, que puede llegar a 250 kW en picos, pero cae por debajo de los 100 kW pasados los primeros 20 minutos de carga.

Esto tiene implicaciones importantes, sobre todo en trayectos largos donde cada parada cuenta. Las aplicaciones de planificación como A Better Route Planner o la propia red de Tesla tienen esto en cuenta y ajustan las paradas para optimizar el tiempo total, recomendando a veces recargar menos pero con más frecuencia. Cargar del 10% al 50% puede llevar menos de 15 minutos, mientras que pasar del 80% al 100% puede tardar casi tanto como todo lo anterior junto.

Otro factor que influye es la temperatura de la batería. Algunos modelos como los de Porsche, Kia o BMW preparan térmicamente la batería antes de llegar al cargador si se navega hacia él, lo que permite alcanzar antes la potencia máxima. En cambio, otros vehículos sin preacondicionamiento térmico pueden tardar varios minutos en calentar o enfriar la batería, ralentizando el inicio de la carga.

Todo esto pone en evidencia que más allá del dato de “potencia máxima”, lo relevante es analizar la curva completa. Sitios como Fastned, Ionity o P3 Group publican gráficas comparativas que muestran la realidad de cada modelo en condiciones reales. Según el último informe de P3 Charging Index (2024), los modelos más consistentes en curva de carga actualmente son el Audi Q8 e-tron, el BMW i5 y el Hyundai Ioniq 6, todos con perfiles planos que mantienen altas potencias durante más tiempo.

A medida que se amplía la red de cargadores ultrarrápidos (Ionity, Zunder, Repsol y Endesa X están desplegando estaciones de 400 kW en España), esta información cobra más peso. Una parada de 10 minutos puede marcar la diferencia si el coche es capaz de aprovechar todo lo que el punto ofrece. Por eso, más allá de la cifra de catálogo, conviene mirar con lupa la curva de carga antes de decidir qué coche eléctrico comprar.

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