La crisis de la cadena de suministros mundial está afectando a muchas industrias pero especialmente a la de los coches eléctricos debido a la alta demanda de microchips y baterías cuya fabricación está estancada o con fuertes retrasos.
Esto ha provocado que Elon Musk haya reconocido que sus fábricas de Berlín y Austin son «hornos gigantescos de quemar dinero». Lamentablemente esta situación se prevé que dure hasta 2023 con lo que las pérdidas serán de miles de millones.
De momento se están fabricando muchos menos coches de los previstos y la implantación de las baterías 4680 se está ralentizando. Los recientes confinamientos a los que se ha sometido a la población china está provocando una congestión histórica en sus puertos, tanto que la compañía prevé parar gran parte de la producción de Shangái.
Afortunadamente la caja de Tesla es muy grande y se puede permitir el lujo de perder dinero durante mucho tiempo, una situación que no agrada a nadie, no es sostenible en el tiempo y por la que los accionistas ya están alertados. A esto habría que sumarle la sombra de la recesión que amenaza la recuperación post-covid así como la rápida subida de los precios.
Por la parte de los clientes se esperan más retrasos en los pedidos nuevos así como una ralentización en la implantación de las nuevas baterías.
