No se libran ni los eléctricos, llegan los peajes urbanos

La configuración de la movilidad urbana en España atraviesa un cambio de paradigma legislativo y estructural. Desde finales de 2024, el marco normativo nacional ha otorgado a los ayuntamientos la potestad jurídica de implementar tasas por la circulación de vehículos en áreas específicas de sus cascos urbanos. Esta medida, amparada por la nueva Ley de Movilidad Sostenible, transforma radicalmente la gestión del espacio público, permitiendo que los consistorios no solo restrinjan el acceso por motivos ambientales, sino que también apliquen peajes anticongestión.

Hasta la fecha, la atención se centraba principalmente en las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE), donde el acceso depende del distintivo ambiental de la Dirección General de Tráfico. Sin embargo, la evolución normativa introduce el concepto de «pago por uso» dentro de la ciudad. El objetivo no es solo la renovación del parque móvil hacia modelos menos contaminantes, sino la reducción drástica del volumen total de vehículos en los centros neurálgicos. Según los expertos en automoción, esto responde a una realidad técnica: un centro urbano saturado de vehículos eléctricos sigue sufriendo los mismos problemas de congestión, ocupación de suelo y pérdida de eficiencia en el transporte público que uno lleno de vehículos de combustión.

El modelo de peajes urbanos y su implementación

La Ley de Movilidad Sostenible establece que los ayuntamientos podrán delimitar zonas concretas donde el acceso con vehículos motorizados —sean turismos, motocicletas o furgonetas— conlleve el pago de una tarifa. Este sistema se inspira en modelos internacionales de éxito, como el de Londres, Estocolmo o, más recientemente, el plan implementado en el bajo Manhattan en Nueva York. En estos casos, la tecnología de reconocimiento automático de matrículas (ANPR) permite una gestión digital sin barreras físicas, tarificando a los conductores según la hora de entrada y el tipo de vehículo.

En el contexto español, las tarifas podrían ser progresivas, penalizando a los vehículos más contaminantes y ofreciendo bonificaciones a los residentes o servicios esenciales. No obstante, el debate social se intensifica ante la posibilidad de que estas medidas supongan una carga económica adicional para quienes dependen del vehículo privado por motivos laborales, especialmente en áreas donde el transporte público aún no ofrece una alternativa competitiva en tiempo y conectividad.

Perspectivas para 2026: peajes en la sombra y costes operativos

El horizonte de 2026 se presenta complejo para el conductor habitual. Además de las tasas municipales, existe la preocupación técnica y económica sobre la implantación de peajes en la red de carreteras de alta capacidad, conocidos en algunos ámbitos como «peajes en la sombra» o sistemas de pago por kilómetro recorrido. Esta tendencia busca financiar el mantenimiento de las infraestructuras viales, que actualmente supone un déficit millonario para las arcas públicas.

A este escenario se suma el impacto en el mantenimiento vehicular. La complejidad de los sistemas anticontaminación en los coches modernos —como los filtros de partículas o los sistemas de reducción catalítica selectiva— ha provocado un aumento en la frecuencia y el coste de las averías. Se estima que cientos de miles de vehículos en España podrían enfrentarse a reparaciones críticas cuyos presupuestos alcanzan cifras elevadas, lo que, unido a los nuevos costes por aparcar en zonas reguladas y los peajes de acceso, sitúa la propiedad de un coche privado en un nivel de exigencia financiera sin precedentes.

Beneficios ambientales y el espejo internacional

A pesar de las críticas, los datos de ciudades que ya aplican estas tasas son alentadores desde una perspectiva de salud pública. Estudios académicos, como los realizados por la Universidad de Cornell sobre el caso de Nueva York, sugieren que la implementación de zonas de alivio de congestión puede reducir las partículas contaminantes en suspensión en más de un 20%. Esto no solo mejora la calidad del aire, sino que reduce el ruido urbano y recupera espacio para el peatón y la movilidad activa.

La recaudación obtenida por estos peajes tiene, por ley, un carácter finalista en muchos casos: debe reinvertirse en la mejora de la red de transporte público y en la creación de infraestructuras sostenibles, como carriles bici o zonas verdes.El reto para los ayuntamientos españoles será equilibrar la necesidad urgente de reducir las emisiones y el tráfico con la equidad social, garantizando que el centro de las ciudades no se convierta en un espacio exclusivo para quienes pueden permitirse el coste del acceso.

Deja una respuesta