La tecnología de las baterías ha evolucionado con rapidez. Hoy en día, muchas baterías, especialmente las que emplean química LFP (litio-ferrofosfato), pueden superar el millón de kilómetros sin experimentar una degradación significativa. Sin embargo, eso no significa que sean infalibles. Como cualquier otro componente del vehículo, las baterías también pueden sufrir averías, y no siempre es necesario sustituirlas por completo.
Las baterías están formadas por celdas agrupadas en módulos, lo que permite que, si falla una sola celda o módulo, pueda reemplazarse esa parte específica en lugar de cambiar toda la batería. Técnicamente es viable, y de hecho existen talleres especializados en hacerlo. Pero que se pueda, no significa que se haga de forma habitual.
¿Por qué no se reparan más a menudo?
Existen tres grandes razones por las que las reparaciones no son la opción preferida:
Política del fabricante: algunas marcas no permiten intervenir las baterías a nivel de celda. Exigen, por razones de garantía y seguridad, la sustitución completa del módulo afectado o incluso de toda la batería.
Limitaciones del servicio técnico: muchas redes oficiales de posventa no tienen la formación, ni los medios necesarios para hacer reparaciones a nivel profundo. Abrir una batería de alta tensión requiere formación especializada, equipos de protección eléctrica y protocolos estrictos.
Coste de reparación vs. sustitución: en ocasiones, el precio de la reparación se acerca tanto al de una batería nueva que no compensa, especialmente si la intervención se realiza a través del canal oficial.
¿Dónde se puede reparar una batería?
Aunque la presencia de talleres especializados aún es limitada en España, el número está creciendo. Algunos centros independientes ya ofrecen reparaciones a nivel de módulo o incluso de celda, y están empezando a posicionarse como una alternativa más asequible y sostenible frente a la sustitución completa.
También hay que tener en cuenta que muchos fallos atribuibles a la batería no afectan a las celdas en sí, sino a otros componentes del sistema, como:
El BMS (Battery Management System), que gestiona el equilibrio de carga entre celdas.
El sistema de refrigeración, que puede sufrir fugas o fallos en válvulas o tuberías.
Los sistemas de carga o conexiones internas que, aunque no afectan a la química, impiden el funcionamiento normal del sistema.
Estos elementos también se pueden reparar o sustituir individualmente, a menudo con un coste y dificultad técnica mucho menor.
La reparación como alternativa sostenible
A medida que el mercado del vehículo eléctrico madura, también lo hace el de componentes reacondicionados. Ya existen en Europa empresas que reacondicionan packs de batería con garantía, reduciendo costes y residuos. Además, muchas baterías que ya no sirven para uso automovilístico por su degradación (por debajo del 70 % de su capacidad) se están destinando a aplicaciones estacionarias como almacenamiento de energía en hogares o industrias: la llamada segunda vida de las baterías.
Esta tendencia no solo reduce el impacto ambiental del vehículo eléctrico, sino que también crea una nueva economía circular en torno al reciclaje y reaprovechamiento de materiales críticos como el litio, el níquel o el cobalto.
Un cambio de paradigma en el posventa eléctrico
Aunque hoy por hoy las marcas siguen apostando por la sustitución completa como solución estándar —por simplicidad, rapidez y seguridad jurídica—, los talleres independientes están empezando a ofrecer reparaciones reales a nivel de celda, con resultados prometedores.
Esto está abriendo una nueva vía para reducir costes de mantenimiento y extender la vida útil de los vehículos eléctricos más allá de los ciclos comerciales previstos por los fabricantes.
Y, sobre todo, desmonta uno de los mitos más persistentes de la movilidad eléctrica: sí, las baterías se pueden reparar. Y cada vez se hace más.