Uno de los grandes temores al comprar un coche eléctrico sigue siendo el desgaste de la batería. Es comprensible: en un mundo acostumbrado a cambiar el móvil cada dos o tres años, pensar en una batería que dure tanto como un motor de combustión suena a ciencia ficción. Sin embargo, los datos acumulados por Tesla con sus modelos más populares, el Model 3 y el Model Y, demuestran que ese miedo está quedando cada vez más obsoleto.
Según cifras internas y estadísticas recogidas a lo largo de varios años, las baterías de estos dos modelos mantienen, de media, un 85 % de su capacidad original incluso después de recorrer 200.000 millas (algo más de 320.000 kilómetros). Es decir, tras ese kilometraje, un conductor seguiría disfrutando de más de 500 kilómetros reales de autonomía en un modelo Long Range, por ejemplo.
Esto cambia las reglas del juego para muchos compradores, especialmente aquellos que dudaban entre un coche eléctrico y uno de combustión por miedo al coste del recambio de batería o a una autonomía menguante. Mantener el 85 % de capacidad tras más de una década de uso intensivo significa, en la práctica, que la mayoría de usuarios nunca llegarán a notar una pérdida significativa en su día a día.
Además, Tesla respalda estos datos con su política de garantía: 8 años o 192.000 kilómetros, lo que ocurra antes, asegurando un mínimo del 70 % de capacidad al final del periodo. Esta garantía cubre tanto la batería como el tren motriz, lo que refuerza la confianza de los usuarios en la longevidad de sus vehículos eléctricos.
Lo interesante es que este rendimiento no se limita a condiciones ideales o laboratorios. Muchos de los vehículos que superan los 300.000 kilómetros son taxis, flotas de empresa o particulares que hacen largos trayectos diarios, en climas variables y con distintos hábitos de carga. Aun así, la batería responde. Algunos incluso superan con holgura el 85 % de capacidad, demostrando que la degradación depende más del uso que del tiempo.
En un mercado donde la obsolescencia programada sigue siendo una preocupación latente, Tesla está apostando por una estrategia muy distinta: vehículos pensados para durar, incluso más allá de lo que marcan sus propios contratos de garantía. Si esta tendencia se consolida, no solo cambia la percepción sobre la movilidad eléctrica, sino también sobre el modelo económico que la rodea.
Y es que cuando hablamos de un coche eléctrico capaz de recorrer más de 300.000 kilómetros sin perder apenas rendimiento, ya no estamos hablando del futuro. Estamos hablando de presente.