La carrera por revolucionar la carga del coche eléctrico ha dado un salto inesperado en China. BYD, el mayor fabricante de vehículos eléctricos del país, acaba de mostrar que recargar 400 kilómetros de autonomía (lo suficiente para ir a la playa) en apenas cinco minutos ya no es una promesa lejana, sino una realidad medible. Con su nuevo sistema de carga de 1 MW —anunciado en pruebas públicas en Pekín— la compañía consigue una equivalencia teórica de hasta 5000 kilómetros por hora de recarga, una cifra que hasta hace poco parecía fuera del alcance técnico.
El hito no es casualidad ni fruto de un único avance. La clave está en la nueva arquitectura Super e-Platform, una base técnica de 1000 V que ya está presente en los modelos Han L y Tang L. Este voltaje, muy por encima del que actualmente usan los eléctricos europeos (normalmente entre 400 y 800 V), permite una transferencia de energía mucho más agresiva y controlada. A esto se le suman chips de carburo de silicio, motores rediseñados y una refrigeración líquida más sofisticada, elementos que ayudan a mantener la estabilidad térmica y eléctrica del sistema incluso bajo cargas extremas.
En las pruebas, un BYD Han L con batería LFP Blade de 83,2 kWh fue capaz de subir del 13% al 60% en menos de cinco minutos, lo que equivale a unos 421 km de autonomía. Durante el proceso, se registró un pico de carga de 1000 kW, que luego se estabilizó entre los 700 y 500 kW. Este rendimiento no tiene rival en Europa, donde los cargadores públicos más potentes —como los de Ionity o los nuevos puntos de Endesa X Way— rondan los 350 kW.
BYD plantea ahora una ofensiva masiva de despliegue: más de 4000 estaciones de carga ultrarrápida en China, con cargadores que llegarán hasta los 1360 kW y contarán con almacenamiento energético para no saturar la red eléctrica. Una estrategia que recuerda a lo que Tesla hizo con sus Superchargers en sus primeros años, pero llevada a una escala mucho más ambiciosa.
Además, estos cargadores estarán preparados para vehículos con doble conector CCS, lo que permite repartir la carga entre dos puertos o maximizar la potencia en uno solo. Aunque de momento esa opción sólo se usará parcialmente en las estaciones de carga de 1 MW, la infraestructura está preparada para futuros modelos que puedan aprovecharla al 100%.
Este desarrollo llega en un momento en que el mercado global busca fórmulas para acortar los tiempos de carga y paliar la falta de infraestructura pública. En España, por ejemplo, los trámites para conectar un punto de carga a la red pueden superar los 18 meses, lo que frena el despliegue en plena expansión del coche eléctrico. La situación ha llevado al Gobierno a aprobar medidas para simplificar las conexiones y reducir la burocracia, pero el ritmo aún es lento frente al empuje de países como China o Noruega.
También destaca la presión que empiezan a sentir fabricantes como CATL y Huawei, que ya han anunciado avances en cargadores de potencia similar. La próxima batalla será industrial: lograr que los coches eléctricos con arquitectura de 1000 V se popularicen más allá de las gamas altas. Mientras tanto, empresas energéticas como Endesa o Iberdrola siguen aumentando su capacidad instalada en España, con hubs como el de Ciudad Real, que ya ofrece 1,1 MW repartidos entre 20 plazas.
China ha movido ficha con fuerza. La tecnología está lista; ahora, toca ver si el resto del mundo es capaz de responder.